¡Me gustan los feos!

¡Me gustan los feos!

¿Con que eres de las que siempre se fija en el tipo menos agraciado? No estás sola, esto es para ti

Nuestra terapeuta de cabecera, la doctora Laura Elena Limón, nos cuenta el caso (con los nombres cambiados, obviamente) de Sandra.

Ella es una mujer de 28 años, muy atractiva y con mucha personalidad, que fue novia durante seis meses de Arturo, su compañero de oficina, un tipo de 33 años también muy guapo y con un futuro laboral muy promisorio, por lo que nuestra protagonista llegó a pensar que, si todo continuaba por buen camino, terminarían casándose.

Sin embargo, las cosas entre los dos terminaron porque ella descubrió que él coqueteaba con una chica del mismo gimnasio al que ambos asistían en las mañanas.

Estaba claro que era un tipo que necesitaba coquetear con otras mujeres para no dejar de sentirse atractivo y mantener en alto su autoestima.

Al poco tiempo, Raúl, otro colega de su trabajo, empezó a invitarla a salir. Él era feo, tan feo, que Sandra sólo se acordaba de su existencia cuando lo saludaba todas las mañanas mientras ambos se preparaban un café y cuando tenía que ir a su oficina a hablar sobre asuntos laborales.

Para sorpresa de la protagonista de esta historia, el hombre resultó ser de lo más simpático e inteligente cuando aceptó salir con él y sus halagos, siempre sinceros, no sólo la hacían sentir como Miss Universo, sino tan pero tan deseada, que empezó a sentirse muy atraída hacia él.

Al otro día pensó que todo había sido producto del vino y que seguramente al volver a ver a Raúl en la oficina le iba a parecer el mismo chico feo de costumbre. Pero no fue así: le hacía sentir mariposas en el estómago y no le importaron las críticas de sus colegas, el flechazo estaba hecho, así que, para shock de medio mundo, se hicieron novios.

Y sí: con él rendido a sus pies y ella sintiéndose con una clara ventaja sobre él, el sexo era simplemente maravilloso.

Los meses pasaron y los halagos de Raúl empezaron a disminuir, al grado de que ella comenzó a sospechar que algo pasaba y descubrió que él la engañaba con una vecina ni remotamente tan guapa como ella.

¡Claro!, Raúl se hartó de sentirse en desventaja y se consiguió a alguien con quien poder compartir la misma cancha.


Sandra pensó que con Raúl estaba a salvo, que él se sentiría tan afortunado de tener a una chica tan guapa a su lado que jamás la haría sufrir.

Su necesidad tan fuerte de ser admirada y complacida acabó por cansar a quien creía que, por feo, la atendería como a una diosa.

Claro, como dice la doctora Limón, “no todos los guapos y feos son tan inseguros como para querer que los reafirmen todo el tiempo, tanto en el caso de los primeros, o para querer complacer y atender a alguien, como los segundos”.

El punto es que no elijas la apariencia de tus parejas en función de una inseguridad tuya. Eres libre de sentirse atraída por un hombre atractivo o no, no importa, siempre y cuando tu elección no se base en el miedo a sufrir.

El problema de Sandra fue toparse con dos chicos que por dentro eran iguales: inseguros y desleales.

El amor es un riesgo que vale la pena tomar sin importar el aspecto físico.

Si a ti te gusta y no estás tomando ventaja de sus posibles inseguridades, por ser poco agraciado, ¡entonces sé feliz a su lado, que el amor verdadero es ciego y la belleza física se la lleva el tiempo!

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